lunes, 30 de enero de 2017

Escuchar el silencio

Después de algo de silencio, Corazón regresa.  Y justamente en eso estuve pensando últimamente. En el silencio.  En lo difícil que a veces resulta permanecer en silencio por lo que nos representa. Estamos tan acostumbrados al ruido, no sólo al tipo de ruido molesto, como el de los autos, las fábricas, los gritos; sino también al ruido agradable, a las voces de las personas que amamos y apreciamos, a la música que tanto disfrutamos, al trinar de los pájaros, etc.  Apagar todo ese ruido externo quizá no sea sencillo, pero al menos tenemos la noche para relajarnos y descansar de él.  Lo verdaderamente valiente es darse la oportunidad del silencio interno, ese que no dejamos que aparezca, ese que desterramos porque nos llena de inquietud, ese que no sabemos enfrentar.

Es tan fácil acallar la voz interior. Tal vez por eso nos mantenemos ocupados en lo externo, para así no enfrentar lo que en el silencio alcanzamos a escuchar en nosotros.  Si te detienes, si haces un alto y te apartas del ruido, es probable que empieces a escuchar aquello que realmente necesitas, aquello que realmente quisieras hacer, aquello que realmente te pides, aquello que realmente sientes. Quizá al principio pueda ser abrumador por los primeros reclamos, por los primeros enfrentamientos contigo mismo, pero eso será sólo al principio, mientras estableces esa relación que nunca debiste perder. Igual y te enteras de que donde te encuentras y haciendo lo que haces no eres tan feliz como pensabas, que hay sueños y anhelos que no te habías dado a oportunidad de visualizar como opción para tu vida porque el ruido exterior de los "debes de" o "tienes que" no te permitieron escucharte a ti mismo.

Sería sano que de vez en cuando nos conectáramos con nuestra voz interior, para saber lo que disfrutamos, lo que nos hace felices, lo que nos da plenitud.  Podríamos, también, reconocer lo que nos duele, lo que no sabemos manejar, lo que nos impide vivir libres.  En pocas palabras, lograríamos conocernos y podríamos, así, regalarnos la oportunidad de tomar de la vida lo mejor, lo que nos permita tener paz y felicidad; a lo mejor hasta ser agradecidos.

Desde luego, en ese silencio, podríamos también escuchar a Dios.  Nos quejamos tanto del silencio de Dios... no será que hablamos tanto, que nos rodeamos de tanto ruido que no le permitimos hablar. Esperamos respuestas de Dios: le hablamos para pedirle, y nuestra lógica nos dice que debemos esperar una respuesta -desde luego favorable a nuestra causa-.  Pero antes de eso, ¿guardamos alguna vez el silencio suficiente para escuchar lo que Él tiene para decirnos?  Sería bueno, para variar, usar el silencio a nuestro favor, perderle el miedo y abrazarlo, nos podríamos topar con una hermosa sorpresa y que nos resulte agradable escuchar lo que el Padre bueno ha intentado tantas veces que sepamos:  que nos ama y que siempre está a nuestro lado.

En fin, hoy leí una frase que me gustó mucho: 

"Hay días en que Dios parece callarse.  
No te preocupes, a veces es ese silencio íntimo 
que sólo pueden soportar los que se aman."

Así que, te propongo hacer silencio, escucharte y escucharlo a Él.

Nos seguimos leyendo.  Que tengas bonita vida... de Corazón.



viernes, 20 de enero de 2017

Basta de vacíos en el hogar

Fotografía:  Mahqui Carrillo
Es imposible que todavía pretendamos tener estas dos posturas ante la formación de los hijos:  la primera, educar como nos educaron nuestros padres.  El mundo en el que tú y yo crecimos, ya no existe, punto.  Y no dejó de existir ayer, dejó de existir mientras crecíamos, mientras madurábamos y nos convertíamos en adultos.  Atrás quedaron los benditos días en que la figura de autoridad, era eso, autoridad.  El respeto no era negociable y la vida era invaluable... Nada se quedaba al azar en cuanto a la formación en casa: había que ser honesto, trabajador, pulcro, disciplinado y eso mismo, se reforzaba en la escuela.  La segunda, darle a tus hijos todo lo que tú no tuviste y ser su amigo.  En aras de progresar, de tener lo mejor, de dar lo mejor -materialmente hablando-, se gasta la vida fuera del hogar.  Y cuando se está dentro, hay soledades y vacíos existenciales circulando bajo el mismo techo, pero aislados, ensimismados, con las miradas perdidas en pantallas de todos tamaños y mentes bombardeadas por información de toda índole.  Los diálogos se resumen a quejas, a regaños, a preguntas apuradas y a gruñidos o monosílabos forzados. Luego, cuando los hijos quieren algo, a todo se accede, para que vean que tú sí los entiendes.

Claro que en el pasado, hablar de disciplina era tema central, y la disciplina se aplicaba de manera violenta, es decir, no había mucho espacio para el diálogo; si algo tenía que hacerse se hacía o había un castigo, que generalmente era físico.  Hay quien tiene idea de que aquello sí era efectivo y que nadie creció traumado por haber recibido un golpe "a tiempo", la verdad es que es algo de lo que no estamos tan convencidos.  La buena noticia es que se acabó el abuso físico, la mala noticia es que los papás que antes fueron "abusados" por sus padres, ahora son víctimas de los hijos.  Ha quedado un hueco enorme en cuanto a la autoridad y les ha venido bien a muchos pero con terribles consecuencias.  

Es preocupante que cualquier ser humano se sienta vacío, sin sentido y sin amor... lo es más preocupante aun si se trata de nuestros niños y jóvenes.  Cuanto más se les facilita la vida, las personas han dejado de soportar, de negociar, de dialogar, de buscar soluciones... ahora es más cómodo buscar salidas en cualquier conflicto.  Los niños y jóvenes no se están sintiendo amados.  No es que falte amor, es que se les está dando de manera errónea ese amor. Y es muy lamentable que se estén acostumbrando a eso, a sentirse queridos en la medida en que se les brinden cosas y experiencias con valor monetario. Y que con tal de llevar la fiesta en paz, se les proporcionen medios para crear abismos, en lugar de buscar la forma de construir puentes.

No se puede ser indiferente ante hechos tan dolorosos como los del miércoles, cuando un muchachito lleva un arma a la escuela y dispara a la maestra, compañeros y a sí mismo.  No se juzga la vida de nadie.  Lo único que puedo pensar es en qué tan profundo era el vacío en la vida del jovencito, cuánto dolor acumulado habrá tenido... sólo él y Dios lo saben.  Y es alarmante pensar en la cantidad de seres heridos que andan circulando por ahí,  y que bajo una apariencia normal, son bombas de tiempo.

Si antes era triste ver ese tipo de noticias, un tanto ajenas a nosotros... no es nada agradable saber que ya no fue en otro país, en otra realidad;  es en México, es en nuestra realidad.  Lo rescatable es que a pesar del afán de amarillismo y morbo de algunos medios, la sociedad buscó estar por encima de eso y rechazó participar en un circo innecesario e irrespetuoso ante el sufrimiento de las familias afectadas.

En Dios todo es propósito, aun el dolor.  Así que valga esta sacudida para voltear a ver a nuestras propias vidas y las de nuestros hijos; las de aquellos que nos rodean.  Busquemos miradas, dejemos de ver a través de los demás, hagamos costumbre el ver a los ojos, a veces eso basta para sentir que existimos.  Abracemos... y dejémonos abrazar.  Por experiencia digo esto, yo soy de abrazar, me abalanzo sobre la gente... pero me cuesta mucho recibir un abrazo (ya sé, eso es muy raro, pero, así es Corazón). Digamos los te quiero y los te amo, esos no son para fechas especiales, son para personas especiales.  

En fin, no vivamos en una casa, formemos un hogar.

Nos seguimos leyendo.  Que tengas bonita vida... de Corazón.


lunes, 9 de enero de 2017

Corazón va iniciando el año

No estaba segura de cómo iniciar este año... ¿qué decirle al mundo desde Corazón?
Habiendo tanta preocupación por cómo sobrellevar la cuesta de enero, aún con todas las buenas intenciones, y las resoluciones elaboradas, casi siempre a las apuradas del primer día del año. 

Los que se sientan frente a un escritorio a "ver por los menos afortunados" resulta que nos creen tontos y con la mano en la cintura dejan caer una serie de aumentos de precios a cosas que, aunque no consumen los que menos tienen, finalmente pagan en el aumento a todo, y entonces sí les afecta... así que tal vez mi agradecida manera de ver mi inicio de año, por las bendiciones que me alcanzan esté un tanto fuera de lugar en estos días.
Gracias a Dios, no puedo dejar de tener esperanza en que la gente se sobrepone y que, al menos en la región en la que vivo, se mantiene aferrada a trabajar y a sacar adelante familia, sueños, proyectos...

Por otro lado, el año que se fue me dejó una espinita en el alma, y la dejó ahí alguien querido. Yo estoy tranquila porque si algo he logrado asimilar en el camino es que se vive desde lo que hemos aprendido y con aquello que nuestra razón y el amor que se nos ha profesado y hemos hecho nuestro nos permite. Así que lamento que el dolor de este alguien querido haya actuado por él... pero en mí no hay daño y aunque sé que nunca he sido  santa de su devoción... ojalá la vida nos permitiera algún día soltar lo que siempre nos separó. 

Ayer escuché unas palabras fuertes y conmovedoras de mi actriz favorita, Meryl Streep, y terminó su discurso citando a la también actriz, recién fallecida, Carrie Fisher, diciendo: "Toma tu corazón roto, ¡conviértelo en arte!". Esa también es mi propuesta para el año que  apenas comienza; vivir es un arte y por más roto que tengas el corazón hoy, la única manera de curarlo es convertirlo en arte, es convertirlo en vida... en vida y luz.

Voy por un año mejor, porque esa es la finalidad de la vida... que vayamos mostrándonos más seguros, más felices, más agradecidos, más dispuestos, más sabios... así lo que venga será aprendizaje y no anclas.  Vamos dejando nuestra oscuridad y dejémonos llenar de luz... porque esa luz nos habita y es nuestra tarea permitir que llegue a la vida de los demás, aun cuando estén ocupados rumiando sus penas y sinsabores.  Lo suave, lo dulce, lo tierno y lo blando, es capaz de vencer la dureza... todo es cuestión de paciencia y fe.

Estoy feliz porque desde Corazón he encontrado mi esencia y me he reconciliado conmigo, con lo que fui, con lo que jamás pude ser... y el Padre sigue siendo generoso con sus guiños... cuando alguien me hace saber que me aprecia, me quiere, que algo de mí le causa algo positivo... entonces caigo en la cuenta de que, aunque sea muy veladamente, se alcanza a ver en mí Su amor y Su luz... y eso es impagable y me compromete a ser mejor instrumento.

Gracias por seguir acompañándome, te deseo lo mejor en este año que ya arrancó y nadie detiene.

Nos seguimos leyendo. Te deseo bonita vida... de Corazón.