Hay días que por más que le haga, Corazón se siente nublada... Y no es que me falten motivos para sonreír... simplemente, como que las cosas se dan de cierta manera y pues, por más que uno quiera, y con la sensiblidad dispuesta como la tengo ahora, detallitos se vuelven enormes. Cosas que normalmente pasas por alto, en días bajos te llegan justo al punto más flaco y desatan una pequeña tormenta en el vaso de agua... y vaya que solemos ahogarnos ahí, en especial si nos cerramos.
Fotografía: Mahqui Carrillo
Parecería que después de una racha de alegría desbordada, se vienen momentos así, para que te reacomodes, para que valores lo que has obtenido y veas en perspectiva tu vida. Son pausas obligadas para hablar contigo mismo y con Dios Padre. Hace poco que vivo esta etapa de sentirme capaz de ser, de vivir con más libertad de mí misma, de mis fantasmas y mis voces. Mi pausa fue porque de pronto me cuestioné acerca de las fallas, de las de antes, de las que ya hicieron daño a alguien. Me preguntaba si de alguna manera lo que intento hacer de mí hoy, pudiera retribuir en algo lo que ya fue, lo que ya se hizo mal. Concluyo que no, que lo que fue, ya causó lo que tenía que causar, ya tuvo su efecto. A la culpa le encanta aparecerse en este tipo de ambiente desolador y apabullarme... y en estos días se lo permití... Luego, alguien muy querido me dijo: "ten mucho cuidado con hacerle caso a la culpa, ella siempre es un golpe bajo que utiliza el enemigo para jodernos a todos. La culpa nos hace hurgar nuestro propio mal y eso no viene de Dios ni nos ayuda a ir a los demás. Muy diferente a la culpa es el arrepentimiento que nos confronta con la realidad pero siempre nos empuja a ser mejores sin caer en el autodesprecio que nos hunde."
Así que, me sobrepongo a la culpa y me voy al arrepentimiento por lo que pude haber hecho y no hice o lo que hice mal porque no supe actuar de otra manera y busco primero perdonarme a mí misma - y vaya que soy un juez bastante duro-, y luego me pongo en las manos misericordiosas del Padre, quien siempre me recibe con ternura y me acepta rota, parchada, desanimada y me hace sentir amada sin más, sin que yo haga nada para propiciarlo. Finalmente, oro para que todo daño, toda omisión de mi parte en la vida de otro tenga el menor efecto posible y desde lo más profundo de mi ser pido perdón y asumo las consecuencias.
Doy gracias por los momentos nublados, porque me hacen más humana. Agradezco infinitamente el tener la fe que tengo, el saberme hija de Dios y que, aunque sea totalmente falible, Él tenga a bien enviarme mensajes de paz y de amor a través de sus bonitos instrumentos... Hoy me toca mejorar lo que soy, por mí y por mis amados. Sé que seguiré cayendo, y que Él me sostendrá, por tanto, no temeré.
Hoy te comparto una canción con la que me identifico plenamente... la primera vez que la escuché, pensé: ¿Cómo fue que se metió en mi cabeza y en mi corazón el autor? Es una más del buen Álvaro Fraile, y se llama Aunque me veas dudar, con dedicatoria especial para Bonito... Nos seguimos leyendo. Que tengas bonita vida... de Corazón.
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